martes, 14 de febrero de 2012

LOS CAZADORES DE MAMUTS


RESEÑA DEL LIBRO:

Tercer título de la serie LOS HIJOS DE LA TIERRA® 

Jean Marie Auel 

Después de unos meses en el Valle de los Caballos, la pareja formada por Ayla y Jondalar inicia un nuevo viaje. Tras encontrarse con los mamutoi, también cromañones, deciden permanecer una temporada con ellos.
Los mamutoi son cazadores de mamuts que ya utilizan los huesos y el marfil para tallar esculturas, construir viviendas y fabricar herramientas, y con su piel cosen vestidos. El respeto que sienten por la naturaleza hace que, además de cazarlos, honren espiritualmente a estos animales.
En la relación entre Ayla y Jondalar surgen las primeras dificultades cuando coinciden con Ranec, un hombre atractivo de rasgos exóticos que se enamora de Ayla.



Yo he encontrado una página web para los fans de la saga LOS HIJOS DE LA TIERRA, que es así como se llaman a los 6 libros que pertenecen a esta historia. No es la página oficial de la autora, pero me parece interesante si os ha gustado este libro.





EXTRACTO DE LA PRIMERA PÁGINA:


CAPÍTULO 1


Ayla, temblando de miedo, se estrechó contra el hombre alto que
la acompañaba, en tanto los desconocidos se aproximaban. Jondalar la
rodeó protectoramente con un brazo, pero ella seguía estremecida.
«¡Es tan grande!», pensó ella boquiabierta, mirando al hombre que
precedía al grupo; tenía el pelo y la barba de color fuego. Ayla nunca
había visto a nadie tan grande. Hasta Jondalar parecía pequeño en
comparación, aunque lo cierto es que era mucho más alto que la mayoría. El pelirrojo que se acercaba a ellos no era sólo alto: era enorme,
un oso humano. Tenía el cuello abultado; su tórax era más amplio que
el de dos hombres comunes y sus macizos bíceps equivalían al muslo
de cualquier persona.
Ayla echó un vistazo a Jondalar y no vio miedo alguno reflejado
en su cara, pero notó que sonreía con cautela. Le eran desconocidos; en
sus largos viajes había aprendido a ser cauteloso con los desconocidos.
–No recuerdo haberte visto antes –dijo el hombrón, sin preámbulos–. ¿De qué campamento eres?
Ayla se dio cuenta de que no hablaba el idioma de Jondalar, sino
uno de los otros que él le había estado enseñando.
–De ninguno –dijo Jondalar–. No somos mamutoi –soltó a Ayla y
dio un paso adelante, extendidas ambas manos con las palmas hacia
arriba para mostrar que no ocultaba nada, en saludo de amistad–. Soy
Jondalar de los zelandonii.
Las manos no le fueron aceptadas.
–¿Zelandonii? Qué extraño... Espera, ¿no había dos forasteros hospedados en ese pueblo del río que vive hacia el oeste? Creo haber oído
un nombre parecido.
–Sí, mi hermano y yo vivíamos con ellos –admitió Jondalar.
El hombre de la barba flamígera permaneció pensativo un rato.
Después, inesperadamente, se lanzó hacia Jondalar y estrechó al rubio
alto con un abrazo capaz de quebrarle los huesos.
–¡Entonces somos parientes! –tronó, con una amplia sonrisa que
confirió calidez a su expresión–. ¡Tholie es hija de mi prima!



Si quieres leer entero el primer capítulo, sigue el siguiente enlace:




Ahora me toca a mi.


648 páginas.

En esta tercera parte de la historia, la historia (valga la redundancia) empieza a complicarse, cuando nuestra pareja conoce a más gente, los MAMUTOI y a alguien que va a tener un peso muy importante en la vida de Ayla, RANEC (pero tendrás que leerlo para averiguar quienes son).
Y claro, si te gustó EL CLAN DEL OSO CAVERNARIO no te puedes perder esta tercera parte tampoco, en serio, una vez que empieces a leer no vas a poder parar, te lo aseguro!!!!

Te lo recomiendo de verdad, éste, y los otros cinco que tengo en la biblioteca.

Buena lectura!!!!!!!!!!!!

Ah, y gracias por dedicar unos minutos de tu tiempo a leer este post!





1

Estaba muerta. No importaba que gélidas agujas de lluvia helada la despellejaran, dejándole el rostro en carne viva. La joven entrecerraba los ojos frente al viento y apretaba su capucha de piel de lobo para protegerse mejor. Ráfagas violentas le azotaban las piernas con su manto de piel de oso.
Aquello que había delante, ¿serían árboles? Creyó recordar haber visto una hilera rala de vegetación
boscosa en el horizonte, horas antes, y deseó haber prestado mayor atención o que su memoria fuera tan buena como la del resto del Clan. Seguía pensando en sí misma como Clan, aunque nunca lo había Sido, y ahora estaba muerta.
Agachó la cabeza y se inclinó hacia el viento. La tormenta se le había venido encima súbitamente,
precipitándose desde el norte, y Ayla estaba desesperada por la necesidad de encontrar un refugio. Pero estaba muy lejos de la caverna y no conocía aquel territorio. La luna había recorrido todo un ciclo de fases desde que se marchó, pero seguía sin tener la menor idea de adónde se dirigía.
Hacia el norte, la tierra firme más allá de la península: era lo único que conocía. La noche en que murió
Iza, le dijo que se marchara, porque Broud hallaría la forma de lastimarla en cuanto se convirtiera en jefe. Iza no se había equivocado. Broud la había lastimado, mucho más de la que ella hubiera podido imaginar. «No tenía razón alguna para quitarme a Durc -pensaba Ayla-. Es mi hijo. Tampoco tenía ningún motivo para maldecirme. Fue él quien enojó a los espíritus. Fue él quien provocó el terremoto.» Por lo menos, esta vez ya sabía la que la esperaba. Pero todo sucedió tan aprisa que incluso el clan había tardado algo en aceptarlo, en apartarla de su vista. Pero nadie pudo impedir que Durc la viera, aunque estuviera muerta para el resto del clan. Broud la había maldecido en un impulso provocado por la ira. Cuando Brun la maldijo por vez primera,había preparado a todos; había tenido razón, ellos sabían que debía hacerlo y él brindó a Ayla una oportunidad. Alzó la cabeza afrontando otra borrasca helada y se percató de que oscurecía. Pronto sería de noche y sus pies estaban entumecidos. Una nevisca glacial estaba empapando las envolturas de cuero que protegían sus pies, a pesar del aislamiento de hierbas con que las había rellenado. Sintió algo de alivio al divisar un
retorcido pino enano. Los árboles escaseaban en la estepa; sólo crecían allí donde hubiera suficiente humedad para alimentarlos. Una doble hilera de pinos, abedules o sauces, esculpidos por el viento en formas atrofiadas, solía indicar una corriente de agua. Era una visión reconfortante en la temporada seca en un terreno con poca agua subterránea. Cuando las tormentas aullaban por las planicies abiertas desde el gran ventisquero del norte, los árboles brindaban protección, por reducido que fuera su número. Unos cuantos pasos más condujeron a la joven hasta la orilla de un río, aunque sólo un angosto canal de agua corría entre las riberas aprisionadas por el hielo. Se volvió hacia el oeste para seguir aquella corriente río abajo, en busca de una vegetación más densa que le brindara un mejor refugio que la maleza cercana. Avanzó trabajosamente con la capucha cubriéndole media cara, pero alzó la mirada al sentir que el viento se había interrumpido súbitamente. Al otro lado del río, un risco bajo protegía la ribera opuesta. La hierba no le sirvió de nada cuando cruzó el agua helada, que se filtró entre las envolturas de sus pies, pero Ayla agradeció sentirse al abrigo del viento. La orilla de tierra se había hundido en un punto, dejando un saliente con raíces enmarañadas y vegetación muerta y entrelazada; justo debajo había un lugar seco. Desató las correas que sujetaban el cuévano a su espalda y se lo quitó de encima; sacó una pesada piel de bisonte y una fuerte rama lisa. Preparó una tienda baja, inclinada, que apuntaló con piedras y trozos de madera del río. La rama la mantenía abierta al frente. Ayla aflojó con los dientes las correas de las cubiertas que, a modo de guantes, le envolvían las manos. Se trataba de trozos de cuero peludo, de forma circular, atados alrededor de las muñecas, con una raja abierta en las palmas para que pudiera sacar el dedo pulgar cuando quisiera agarrar algo. Las abarcas que calzaba estaban hechas de la misma forma pero sin hendidura; le costó trabajo soltar las ataduras de cuero, hinchadas, que le rodeaban los tobillos. Al quitárselas, tuvo buen cuidado de conservar la hierba mojada. Tendió su capa de piel de oso sobre la tierra, dentro de la tienda, con la parte mojada hacia abajo;colocó encima la hierba y los protectores de manos y pies, y se metió con los pies por delante. Se arrebujó en la piel y tiró del cuévano para cerrar la entrada de la tienda. Después de frotarse los pies cuando su nido de pieles húmedas comenzó a caldearse, se hizo un ovillo y se quedó dormida. El invierno estaba lanzando sus gélidos estertores, cedía lentamente el paso a la primavera, pero la estación juvenil coqueteaba caprichosa. Entre helados recordatorios de un frío álgido, insinuantes indicios


Si quieres leer entero el primer capítulo, sigue el siguiente enlace:




Ahora me toca a mi.


544 páginas.

En esta segunda parte de la historia, a mí me parece la más importante, ya que en esta entrega Ayla conocerá a Jondalar quien va a cruzarse en la vida de Ayla y formará parte de toda esta maravillosa historia. Ayla también encontrará a unos amigos increibles en esta segunda aventura... (pero tendrás que leerlo para averiguar quienes son).

Y claro, si te gustó EL CLAN DEL OSO CAVERNARIO no te puedes perder esta segunda parte, en serio, una vez que empieces a leer no vas a poder parar, te lo aseguro!!!!

Te lo recomiendo de verdad, éste, y los otros cinco que tengo en la biblioteca.

Buena lectura!!!!!!!!!!!!

Ah, y gracias por dedicar unos minutos de tu tiempo a leer este post!






1

Estaba muerta. No importaba que gélidas agujas de lluvia helada la despellejaran, dejándole el rostro en carne viva. La joven entrecerraba los ojos frente al viento y apretaba su capucha de piel de lobo para protegerse mejor. Ráfagas violentas le azotaban las piernas con su manto de piel de oso.
Aquello que había delante, ¿serían árboles? Creyó recordar haber visto una hilera rala de vegetación
boscosa en el horizonte, horas antes, y deseó haber prestado mayor atención o que su memoria fuera tan buena como la del resto del Clan. Seguía pensando en sí misma como Clan, aunque nunca lo había Sido, y ahora estaba muerta.
Agachó la cabeza y se inclinó hacia el viento. La tormenta se le había venido encima súbitamente,
precipitándose desde el norte, y Ayla estaba desesperada por la necesidad de encontrar un refugio. Pero estaba muy lejos de la caverna y no conocía aquel territorio. La luna había recorrido todo un ciclo de fases desde que se marchó, pero seguía sin tener la menor idea de adónde se dirigía.
Hacia el norte, la tierra firme más allá de la península: era lo único que conocía. La noche en que murió
Iza, le dijo que se marchara, porque Broud hallaría la forma de lastimarla en cuanto se convirtiera en jefe. Iza no se había equivocado. Broud la había lastimado, mucho más de la que ella hubiera podido imaginar. «No tenía razón alguna para quitarme a Durc -pensaba Ayla-. Es mi hijo. Tampoco tenía ningún motivo para maldecirme. Fue él quien enojó a los espíritus. Fue él quien provocó el terremoto.» Por lo menos, esta vez ya sabía la que la esperaba. Pero todo sucedió tan aprisa que incluso el clan había tardado algo en aceptarlo, en apartarla de su vista. Pero nadie pudo impedir que Durc la viera, aunque estuviera muerta para el resto del clan. Broud la había maldecido en un impulso provocado por la ira. Cuando Brun la maldijo por vez primera,había preparado a todos; había tenido razón, ellos sabían que debía hacerlo y él brindó a Ayla una oportunidad. Alzó la cabeza afrontando otra borrasca helada y se percató de que oscurecía. Pronto sería de noche y sus pies estaban entumecidos. Una nevisca glacial estaba empapando las envolturas de cuero que protegían sus pies, a pesar del aislamiento de hierbas con que las había rellenado. Sintió algo de alivio al divisar un
retorcido pino enano. Los árboles escaseaban en la estepa; sólo crecían allí donde hubiera suficiente humedad para alimentarlos. Una doble hilera de pinos, abedules o sauces, esculpidos por el viento en formas atrofiadas, solía indicar una corriente de agua. Era una visión reconfortante en la temporada seca en un terreno con poca agua subterránea. Cuando las tormentas aullaban por las planicies abiertas desde el gran ventisquero del norte, los árboles brindaban protección, por reducido que fuera su número. Unos cuantos pasos más condujeron a la joven hasta la orilla de un río, aunque sólo un angosto canal de agua corría entre las riberas aprisionadas por el hielo. Se volvió hacia el oeste para seguir aquella corriente río abajo, en busca de una vegetación más densa que le brindara un mejor refugio que la maleza cercana. Avanzó trabajosamente con la capucha cubriéndole media cara, pero alzó la mirada al sentir que el viento se había interrumpido súbitamente. Al otro lado del río, un risco bajo protegía la ribera opuesta. La hierba no le sirvió de nada cuando cruzó el agua helada, que se filtró entre las envolturas de sus pies, pero Ayla agradeció sentirse al abrigo del viento. La orilla de tierra se había hundido en un punto, dejando un saliente con raíces enmarañadas y vegetación muerta y entrelazada; justo debajo había un lugar seco. Desató las correas que sujetaban el cuévano a su espalda y se lo quitó de encima; sacó una pesada piel de bisonte y una fuerte rama lisa. Preparó una tienda baja, inclinada, que apuntaló con piedras y trozos de madera del río. La rama la mantenía abierta al frente. Ayla aflojó con los dientes las correas de las cubiertas que, a modo de guantes, le envolvían las manos. Se trataba de trozos de cuero peludo, de forma circular, atados alrededor de las muñecas, con una raja abierta en las palmas para que pudiera sacar el dedo pulgar cuando quisiera agarrar algo. Las abarcas que calzaba estaban hechas de la misma forma pero sin hendidura; le costó trabajo soltar las ataduras de cuero, hinchadas, que le rodeaban los tobillos. Al quitárselas, tuvo buen cuidado de conservar la hierba mojada. Tendió su capa de piel de oso sobre la tierra, dentro de la tienda, con la parte mojada hacia abajo;colocó encima la hierba y los protectores de manos y pies, y se metió con los pies por delante. Se arrebujó en la piel y tiró del cuévano para cerrar la entrada de la tienda. Después de frotarse los pies cuando su nido de pieles húmedas comenzó a caldearse, se hizo un ovillo y se quedó dormida. El invierno estaba lanzando sus gélidos estertores, cedía lentamente el paso a la primavera, pero la estación juvenil coqueteaba caprichosa. Entre helados recordatorios de un frío álgido, insinuantes indicios


Si quieres leer entero el primer capítulo, sigue el siguiente enlace:




Ahora me toca a mi.


544 páginas.

En esta segunda parte de la historia, a mí me parece la más importante, ya que en esta entrega Ayla conocerá a Jondalar quien va a cruzarse en la vida de Ayla y formará parte de toda esta maravillosa historia. Ayla también encontrará a unos amigos increibles en esta segunda aventura... (pero tendrás que leerlo para averiguar quienes son).

Y claro, si te gustó EL CLAN DEL OSO CAVERNARIO no te puedes perder esta segunda parte, en serio, una vez que empieces a leer no vas a poder parar, te lo aseguro!!!!

Te lo recomiendo de verdad, éste, y los otros cinco que tengo en la biblioteca.

Buena lectura!!!!!!!!!!!!

Ah, y gracias por dedicar unos minutos de tu tiempo a leer este post!








Si quieres leer entero el primer capítulo, sigue el siguiente enlace:




Ahora me toca a mi.


544 páginas.

En esta segunda parte de la historia, a mí me parece la más importante, ya que en esta entrega Ayla conocerá a Jondalar quien va a cruzarse en la vida de Ayla y formará parte de toda esta maravillosa historia. Ayla también encontrará a unos amigos increibles en esta segunda aventura... (pero tendrás que leerlo para averiguar quienes son).

Y claro, si te gustó EL CLAN DEL OSO CAVERNARIO no te puedes perder esta segunda parte, en serio, una vez que empieces a leer no vas a poder parar, te lo aseguro!!!!

Te lo recomiendo de verdad, éste, y los otros cinco que tengo en la biblioteca.

Buena lectura!!!!!!!!!!!!

Ah, y gracias por dedicar unos minutos de tu tiempo a leer este post!







No hay comentarios:

Publicar un comentario